A todos los que puedan perder la esperanza porque tendrán la certeza de que entrarán al reino de los cielos ni a su complemento el infierno, pero tampoco los cuidará un robot en el disfrute de la ociosa felicidad.
A todos los muertos del capitalismo, a todos los muertos de dogmas e ideologías, a ti y a mi que los que debemos separarnos para andar juntos.
En lo cercano a todo lo que huela a cayapo a mis amigos que son el enemigo más carnal. A Fredy y su desprendida militancia por la vida, a los hijos a Matilde, más entrañables aún y a las Teresas, testimonio de la terquedad de la vida para mostrarnos que lo que se siente no se piensa.
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