viernes, 22 de octubre de 2010

La vida y su realengura

Para la gente, es decir nosotros, no es fácil cambiar y posiblemente, la gran mayoría no cambiaremos. Nos iremos de esta forma de vida con toda nuestra alienación acuestas, convencidos de que nuestros dogmas deben ser las reglas de la vida. Nos iremos sin saber que la vida, se guía por sus propios mandatos.


Cuando hablamos de crear otra manera de vivir, otra forma de organizar las cosas la costumbre nos conduce a buscar en el pasado lo que en el pasado no funcionó, o sólo le funcionó al pasado. Nadie piensa en lo que sucede, en lo nuevo; todos buscamos como encamisar lo que de inmediato calificamos de locura, aún en el sentido creativo de esta palabra, a nadie se le ocurre pensar que toda revolución trae consigo su propio envase y contenido, que no obedece a dogmas, ni a antiguas predicciones, ella en sí misma es. Tiene personalidad propia.


Por ejemplo, quienes creen en el dogma de que la corrupción es el mal a combatir, desconocen que ella entre otras cosas, es la que hace posible, quien pide a gritos una revolución. El dogmático no puede entender que la corrupción es el síntoma claro de que una sociedad está enferma, es una alarma. Si la corrupción ha tomado todos los entes o instituciones sociales, pero además está incrustada en los huesos de los individuos que constituyen el cuerpo social, entonces estamos hablando de cáncer terminal, ejemplo claro de lo que estamos diciendo, es que todas las creaciones en forma de institución, que actualmente se han implementado, rápidamente han sido minadas por el cáncer; si usted es buen observador, podrá darse cuenta que hay niños que tienen conciencia de la venta de su cuerpo, cada uno nos volvimos una empresa privada, somos el colmo del individualismo, estamos totalmente disociados y no es porque Chávez nos tiene locos, es porque el sistema llegó a su máximo grado, alcanzó su mayoría de edad, estamos en plena decrepitud, ya ni los partidos de izquierda le sirven para inyectar sangre nueva, porque son tan viejos que andan repartiendo bastonazos por las calles, creyendo que los sagaletones se burlan de ellos.


Para los pensadores revolucionarios, la corrupción debe ser un aliciente para inventar, no un punto de ataque. Si intentamos salvar lo que se corrompe por sí mismo, entonces debemos pensar que eso es bueno, es decir, si salvamos, si adecentamos las instituciones capitalistas, sean iglesias o fábricas, o congresos, o cancillerías, o escuelas, o universidades; estamos diciendo con ese hacer, que el capitalismo es bueno y que todo acto revolucionario, es decir, la creación, debe ser execrado a menos que, como la izquierda, le sirva al capitalismo cuando éste se tambalea.


Los pensadores revolucionarios, no pueden ser espasmódicos, no deben responder a los movimientos inerciales, de un cadáver, seamos claros de una vez por todas; el capitalismo llámenlo como lo llamen, neo, globalizado, liberal, conservador, o cachicamo cuspa, es un sistema que ya cumplió su ciclo, pero como es un sistema que físicamente, carnalmente, existe, seguirá moliéndonos; si nosotros no tomamos cartas en el asunto, y dejamos de andar entubando a ese cadáver del capitalismo y nos dedicamos masivamente a pensar otro sistema de VIDA, de VIDA, OTRA manera de VIVIR, es decir de PRODUCIR, de ORGANIZARNOS. Entonces es preferible dejarse triturar, que andar de brujos sin querer conocer la hierba.


De defender su cadáver que se encarguen los curas, los doctores, los abogados, los académicos, los empresarios, los militares conservadores, los embajadores, los intelectuales, los tradicionales poetas, los interpretes musicales, los ministriles, los periodistas; pero los creadores, los revolucionarios, los asombradores del universo, los soñadores, confabúlense con las grandes mayorías, para diseñar el mundo por venir, y dejad que los muertos entierren a sus muertos, porque la vida se va a la vida.


Necesitamos mucha conversa, masiva conversa, siempre entre iguales, los dirigentes sobran, los caudillos, los mesiánicos, los buscadores de cargos, los ignorantes de oficio, los repetidores de consignas, los alabarderos, los dogmáticos, los sabios, los fanáticos, los jalabola, los mártires, los manda tareas, los sacrificados, los héroes, los ilusionistas, los hipnotizadores, los demagogos, los ofrecedores de cargos y mundos felices, los que creen que todo lo extranjero es mejor, los fantasiosos, los creyentes en dogmas de cualquier signo, los que creen que la felicidad está a la vuelta de la esquina, los que creen que a punta e coñazo se resuelven los problemas. Con ellos, con ninguno de ellos, con ninguna de esas ideas, construiremos país o planeta, sólo repetiremos historia. Pero para el bien de los que vamos a partir, todos estaremos en lo que muere y aportaremos a lo que nace.

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